yoga el arte de parar
El yoga como el arte de parar
Ayer tuve la suerte de asistir a una magnífica clase de yoga terapia con mi gran amiga y maestra, Sara Llinares. Ella empezó la sesión leyendo un texto de su maestro, el doctor Miguel Fraile, que comenzaba por esta frase: Yoga es el arte de parar.
Me quedé pensando que es una de las más concisas y precisas definiciones de yoga que he escuchado.
El yoga es un arte, sin duda, en cuanto que se trata de una actividad humana hecha con esmero y dedicación, y con una finalidad, si no estética, sí al menos comunicativa. Pero en este caso la comunicación no se orienta hacia el exterior sino hacia el interior. Se trata de un conjunto de reglas y procedimientos necesarios para girar el foco hacia dentro, hacia nosotros mismos.
EL YOGA ES EL ARTE DE PARAR.
Esta definición no puede ser más fiel a la filosofía clásica del yoga. En los Yoga Sutra de Patánjali, leemos: yoga citta vritti nirodah, el yoga es el cese de los movimientos de la mente. El objetivo del yoga es reducir, paulatinamente, los pensamientos, la imaginación, la memoria, y todo aquello que mantiene las aguas de la mente revueltas, de modo que, poco a poco, estas aguas se vayan aquietando y nos permitan así ver el fondo del lago, atisbar la esencia de nuestro verdadero Ser.
El yoga es el arte de reducir los apegos y los rechazos.
Reducir el deseo, que es esencialmente imposible de satisfacer. Como ilustra el mito de Dafne y Apolo, cuando conseguimos poseer el objeto de nuestro deseo, este se transforma, de modo que el deseo queda insatisfecho. Apolo nunca consiguió poseer a Dafne sino un árbol de laurel. El agua no calma la sed sino que la destruye.
El rechazo, el disgusto, el odio… no hay nada que consuma más energía inútilmente. En palabras de Buda, aferrarse a la ira es como sujetar en la mano un carbón encendido con el ánimo de arrojarlo contra alguien: tú eres el único que se quema. A través del yoga, intentamos reducir también los rechazos, de forma que podamos utilizar toda esta energía para nuestro viaje interior.
Para detener las fluctuaciones de la mente es necesario reducir los estímulos externos que percibimos a través de los sentidos (pratyahara). Sin embargo, vivimos en una sociedad completamente volcada hacia fuera, nos bombardean continuamente mensajes sensoriales de todo tipo. El tiempo sobre la esterilla es un momento de introspección, un oasis de calma en medio de esta locura.
La pandemia por COVID 19 nos ha obligado a parar, ha detenido temporalmente la histeria colectiva de viajes, encuentros, transacciones… Y no solo eso: nos ha encerrado en nuestras casas. De alguna forma, nos ha abocado a un encuentro forzoso con nosotros mismos. Se puede decir que el coronavirus está sometiendo a la sociedad mundial a un ejercicio de yoga.
¿Cuál será el resultado? No lo sé, porque lo cierto es que el yoga no es para todo el mundo.
Pero si un golpe así no nos lleva a replantearnos los fundamentos y paradigmas de esta civilización, entonces seríamos, inevitablemente, una especie en vías de extinción.
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